Estrategia de resiliencia hídrica, Contribuciones a las convocatorias de evidencia
Marzo de 2025
Contribución del Movimiento Europeo del Agua a las convocatorias de evidencia
Estrategia de resiliencia hídrica
Primer principio de eficiencia hídrica
El Movimiento Europeo del Agua (European Water Movement, EWM) es una red abierta, inclusiva y plural cuyo objetivo es reforzar el reconocimiento del agua como un bien común y un derecho universal fundamental. Estamos unidos en nuestra lucha contra la privatización y la mercantilización de este recurso vital y en nuestro compromiso con la construcción de un sistema público y comunitario de gestión del agua, basado en la participación democrática de los ciudadanos y los trabajadores. El EWM fue uno de los promotores de la Iniciativa Ciudadana Europea (ICE) 2012/13 "Right2Water" sobre el Derecho Humano al Agua.
El último informe de la AEMA sobre el estado del agua en Europa 2024 ha puesto de relieve cifras aterradoras tanto en calidad como en cantidad de agua en aguas superficiales y subterráneas, en las que se han identificado claramente algunos de los principales factores de deterioro.
Aunque reconocemos varios elementos positivos en la Estrategia de Resiliencia Hídrica iniciada por la Comisión Europea, creemos que algunas cuestiones críticas siguen sin abordarse. Estas deficiencias comprometen la eficacia de la estrategia, su carácter democrático y participativo y, lo que es igualmente importante, la preservación de los recursos hídricos.
Principios clave y recomendaciones
1. El agua como bien común inalienable
El agua debe seguir siendo un bien público, libre de privatización, mercantilización y financiarización. Para ello es necesaria la propiedad pública, una gestión transparente y participativa, y un estatuto jurídico de derecho público para los operadores del agua que garantice que no puedan ser adquiridos por entidades privadas. Cualquier beneficio financiero debe reinvertirse en los servicios de agua, incluido el mantenimiento de las infraestructuras (por ejemplo, reduciendo las fugas, cuyos índices superan el 60% en algunas zonas ), y no puede distribuirse en forma de beneficios.
Hacer frente al envejecimiento de las redes exige reinvertir los excedentes presupuestarios en los servicios de agua y mantener el carácter público de estos servicios, garantizando que la recuperación de costes no incluya beneficios. Debe garantizarse la cooperación público-pública por encima de las asociaciones público-privadas, ya que las experiencias pasadas demuestran que estas últimas suelen socavar el interés general.
La escasez de agua y las crisis repetidas van acompañadas de riesgos crecientes de conflicto por el uso del agua y, por tanto, de mayores riesgos de financiarización y especulación con el agua. Todas las medidas citadas son necesarias para garantizar que no se produzca una posible entrada de grandes capitales en el ciclo global del agua y en la gestión de los recursos hídricos.
La experiencia confirma que en varios casos, la entrada de grandes empresas privadas anula tarde o temprano el contenido de las disposiciones inicialmente acordadas, que tienen por objeto preservar los recursos hídricos. El fomento de los mecanismos de mercado y de la competencia en el sector del agua es preocupante e inaceptable. El agua no tiene fines lucrativos y no puede mercantilizarse.
2. Defender el derecho humano al agua y al saneamiento
Debe garantizarse el acceso universal al agua y al saneamiento, asegurando su asequibilidad y suficiencia. Más de 16 millones de ciudadanos de la UE carecen aún de acceso a servicios básicos de agua potable, por lo que es imperativo actuar de inmediato.
Como destaca la Observación General 15 de las Naciones Unidas sobre el derecho al agua, el acceso al agua es un derecho humano fundamental, y debe priorizarse respetando los principios de disponibilidad/suficiencia, calidad, asequibilidad, continuidad y aceptabilidad. La ONU recomienda que todo el mundo tenga acceso a un mínimo de 50 a 100 litros de agua por persona y día para satisfacer sus necesidades básicas de bebida, cocina, limpieza, saneamiento e higiene. El acceso al agua para la naturaleza y el consumo humano para satisfacer las necesidades vitales debe tener prioridad sobre todos los demás usos, y los mecanismos de asignación deben reflejar esta jerarquía. Se prohíben las desconexiones de agua.
Una estructura tarifaria diferenciada debe garantizar la asequibilidad para los hogares (entre el 3 y el 5% de la renta total de los hogares según la ONU), al tiempo que desincentiva el consumo excesivo en las industrias y la agricultura. Las estructuras tarifarias no deberían centrarse únicamente en la volumetría, ya que el envejecimiento y las deficiencias de las infraestructuras hídricas dan cifras distorsionadas del consumo real, lo que afecta especialmente a las comunidades y zonas rurales ya vulnerables y marginadas.
Hay que garantizar el acceso a agua suficiente tanto para el consumo humano como para los ecosistemas antes de aplicar objetivos de eficiencia generalizados a los usos domésticos.
3. Priorizar la conservación del agua primero y la eficiencia después
El agua es un recurso primario para la vida, los ecosistemas y sectores productivos esenciales como la agricultura y la energía, pero limitado. Por lo tanto, no puede entenderse y gestionarse como la energía. Sin embargo, el aumento de las sequías, las inundaciones, la contaminación y la creciente demanda de agua amenazan los recursos hídricos de Europa, con el consiguiente riesgo de conflictos.
Las instituciones de la UE deben dar prioridad a la salvaguarda y preservación del agua por encima de la mera eficiencia. La propiedad pública y la aplicación estricta de las normativas y leyes vigentes sobre el agua son esenciales para garantizar la sostenibilidad a largo plazo.
4. Adaptar la gestión del agua al cambio climático
La adaptación al cambio climático debe incluir la protección de los servicios de agua y saneamiento y la aceleración de la transformación de los sectores agrícola y energético, y de cualquier tipo de industrias, hacia la sostenibilidad. El aumento de las temperaturas globales, los cambios en los patrones de precipitaciones y los fenómenos meteorológicos extremos han provocado sequías, inundaciones y escasez de agua más frecuentes y graves, amenazando tanto a las poblaciones humanas como a los ecosistemas. Para garantizar la resiliencia, hay que invertir en infraestructuras resistentes al clima y en soluciones basadas en la naturaleza, como la restauración de humedales.
La disponibilidad de agua para la naturaleza y para uso doméstico y personal debe primar sobre los usos productivos, especialmente en épocas de escasez. Los mecanismos de respuesta ante emergencias deben garantizar una distribución equitativa del agua, priorizando las poblaciones vulnerables y los servicios públicos críticos.
En esa línea, los sectores industriales y productivos deben monitorear e informar sobre su huella hídrica, tanto en cantidad como en calidad, a lo largo de toda la cadena de valor y ponerla a disposición del público.
La gestión del agua debe seguir enmarcada en la Directiva Marco del Agua (DMA) y los Planes Hidrológicos de Cuenca (PGC) para evitar la sobreexplotación y proteger las necesidades ecológicas y humanas.
5. Refuerzo de las normas y controles de contaminación, protección de la calidad del agua
Debe abordarse urgentemente la contaminación del agua por insumos químicos, PFAS, microplásticos y otros contaminantes. Las políticas deben apoyar la transición agroecológica y aplicar sin demora la eliminación progresiva de sustancias peligrosas en virtud de las normativas vigentes y futuras. Además, deben reforzarse los sistemas de vigilancia para rastrear las fuentes de contaminación y los niveles de contaminación de las aguas superficiales y subterráneas.
Las industrias y los sectores agrícolas deben rendir cuentas mediante normativas más estrictas sobre la eliminación de residuos, la escorrentía de nutrientes y el uso de pesticidas. Debe aplicarse estrictamente el principio de "quien contamina paga", garantizando que las entidades privadas asuman los costes de reparación de la contaminación que causan. Siempre que sea posible, hay que dar prioridad a las soluciones basadas en la naturaleza y a la restauración y protección de los ecosistemas acuáticos naturales, como los humedales y las zonas ribereñas, para filtrar de forma natural los contaminantes y mejorar la calidad general del agua.
Además, los organismos reguladores deben garantizar la total transparencia de los datos sobre contaminación del agua, haciendo que dicha información sea accesible al público para permitir la participación ciudadana en la salvaguarda de los recursos hídricos.
6. Reducir el consumo de agua en los sectores industriales
Las industrias que hacen un uso intensivo del agua, incluidas la electrónica y las actividades relacionadas con la IA, deben estar sujetas a límites de consumo estrictos para evitar desequilibrios ecológicos e hidrológicos. Dado que otros marcos normativos ya ofrecen subvenciones a las tecnologías de riego para la agricultura, la Estrategia de Resiliencia ante el Cambio Climático no debería en ningún caso ofrecer más financiación pública ni más flexibilidad para el almacenamiento de aguas grises con ese fin. Como puso de relieve el Tribunal de Cuentas Europeo en 2024, los planes de la PAC que se basan en inversiones en infraestructuras de regadío no han resultado eficaces para reducir el consumo total de agua.
7. Integración del agua en todas las políticas pertinentes
Los principios de suficiencia, calidad y eficiencia del agua deben integrarse en todos los marcos políticos pertinentes de la UE, incluidas las políticas de adaptación al cambio climático, la Política Agrícola Común (PAC), la Directiva sobre nitratos, el Acuerdo Industrial Limpio, la Ley de Materias Primas Críticas, el Paquete de Economía Circular, la revisión de REACH, la revisión de la lista de Sustancias Prioritarias en el marco de la ESQD y cualesquiera otras políticas sectoriales (AI, por ejemplo).
La resiliencia y la sostenibilidad del agua deben tratarse como cuestiones transversales que influyen en la agricultura, la industria, la energía y la planificación urbana. Para garantizar una gestión coherente y eficaz del agua, debe mantenerse y reforzarse la integridad de la normativa medioambiental vigente, como la Directiva Marco del Agua (DMA), la Directiva de Aguas Subterráneas (DAG) y la Directiva de Tratamiento de Aguas Residuales Urbanas (DTAR). Cualquier reforma política debe alinearse con estos marcos para evitar incoherencias normativas que podrían debilitar las medidas de protección del agua.
Además, la UE debe desarrollar mecanismos vinculantes para garantizar que las consideraciones relativas al agua se integren en todas las decisiones políticas importantes, evitando que las políticas sectoriales agraven el estrés hídrico o la contaminación. También deben garantizarse debidamente los principios fundamentales de acceso a la información, acceso a la justicia y participación pública.
8. Agua para la paz
El agua nunca debe utilizarse como herramienta geopolítica o arma de guerra. EWM reafirma su apoyo inquebrantable a las poblaciones afectadas y se hace eco del llamamiento de la ONU "Agua para la paz". Las instituciones europeas deben asumir su responsabilidad a la hora de limitar los conflictos, reducir la precariedad y evitar la marginación de las comunidades vulnerables.
La seguridad del agua para todos (seres humanos y naturaleza) requiere un cambio fundamental hacia la cooperación frente a la competencia, la protección frente a la explotación y la equidad e igualdad en la gobernanza del agua. Un enfoque centrado en el público debe impulsar la gobernanza del agua, garantizando una gestión sostenible y dando prioridad al bien común sobre el beneficio privado.
Para lograrlo, instamos a la Comisión Europea a:
- Adoptar una visión que reconozca y proteja el agua como un derecho humano fundamental, un bien común, un ecosistema y un patrimonio vital para todas las formas de vida: garantizar la propiedad pública y hacer frente a los crecientes riesgos de privatización, mercantilización y financiarización del agua;
- Reforzar la aplicación de las leyes de protección del agua; Fomentar la cooperación y la innovación entre las autoridades públicas, las empresas públicas y las instituciones del conocimiento como única vía sostenible y viable para abordar los retos del agua;
- Combatir drásticamente la sobreexplotación industrial y agrícola del agua para restablecer el ciclo del agua, aplicar el principio de "quien contamina paga" y garantizar una total transparencia;
- Garantizar una protección adecuada del agua y del medio ambiente, ya que la competitividad y la prosperidad económica a largo plazo de Europa sólo tienen sentido en un planeta vivo.
El agua no es una mercancía; es una responsabilidad compartida. El futuro de la seguridad hídrica de Europa depende de una acción audaz que sitúe el interés público por encima de las fuerzas del mercado. El Movimiento Europeo del Agua pide a la Comisión Europea que integre estos principios esenciales en la Estrategia de Resiliencia Hídrica para garantizar un futuro justo, sostenible y con seguridad hídrica para todos.
Descargue nuestra contribución aquí.