El Blueprint de la Comisión pone a la venta al agua y a la naturaleza
Cuando se trata de política hidráulica, la expresión que más resuena en la UE es “escasez del agua”. Visto desde un punto de vista exclusivamente económico, cuando un producto es escaso, el precio debe subir. Esto sucedería si el agua se tratase como un producto económico, hecho que se menciona en la primera página del Blueprint. Al determinar que la mala administración y la contaminación excesiva de las masas de agua (tanto de las aguas subterráneas como de las superficiales) ocasionan la escasez del agua, se le ha brindado la oportunidad a la industria de proporcionar novedosas soluciones de alta tecnología (desalinización, tecnologías para la reutilización de aguas residuales o para el embotellamiento del agua en zonas geográficamente inundables o propensas a sequías). El programa prescribe la misma medicina que no resultó en el pasado, en lugar de idear métodos integrales para administrar de manera sustentable nuestros recursos hidráulicos, a través de opciones agrícolas y energéticas en constante cambio, así como de revisar el proceso de toma de decisiones con la integración de la participación ciudadana real.
El mismo Blueprint reconoce que el consumo doméstico e industrial del agua ha disminuido en toda Europa (véase: Recuperación de los costes y tarificación en el Blueprint), gracias a un menor consumo residencial y a procesos industriales eficientes y mejorados; sin embargo, continúa ignorando el impacto agrícola sobre la calidad del agua (véase: Cultivando burburas de agua) y ha elegido seguir enfocándose en el precio del agua y en los costos totales de los mecanismos de recuperación.
El Fitness check que llevó a cabo la Comisión Europea demostró que tanto el principio de que el que contamina paga como los mecanismos de recuperación de los costos totales no se han implementado en la UE hasta el momento, y que tampoco han sido los más efectivos en el mantenimiento de la calidad del agua. Ante la amenaza del cambio climático y las sequías e inundaciones en aumento en Europa, el programa fomenta otros dos conceptos que conducirían a una mejor distribución y a un mayor rendimiento del agua: la comercialización del agua y el pago por los servicios ecosistémicos[1].
Soluciones irreales que propone el Blueprint
La comercialización del agua se concentra principalmente en la cantidad y no en la calidad del agua. ¿Qué es la comercialización del agua?
- La transferencia a granel del agua tratada o no, desde un lugar a otro
- La comercialización de la calidad del agua, que funciona como un sistema tope y trueque, a través del cual cualquiera puede contaminar un canal o una vertiente, mientras pague por ello
Transferencia a granel del agua
La Comisión admite que el sistema de comercialización del agua a nivel de la UE no sirve para sobrellevar el estrés hídrico, sino que sería más efectivo a nivel de la cuenca del río. Su objetivo es planificar una serie de pautas para la comercialización del agua dentro del marco de la Estrategia Común de Implementación (CIS, por sus siglas en inglés) para los Estados miembros, con la expectativa de implementarla al nivel de la cuenca del río para el año 2014. Con la transferencia a granel del agua como instrumento contra el estrés hídrico, solo se originan más problemas a largo plazo sin ocuparse de la causa del conflicto. La comercialización del agua no se encarga del motivo por el que aumenta el riesgo de sequías y de inundaciones. No solo tiene un impacto negativo sobre el ecosistema local, sino también genera desigualdad económica al garantizar que aquellos que pueden pagar mayor cantidad de dinero tendrán más acceso a este recurso.
La presión para elegir opciones destructivas de producción de energía (como la fractura hidráulica) en ciertos Estados miembros implica que aumentará la competencia para el recurso hídrico local. Con mecanismos de cálculo del precio del agua que se basan principalmente en el uso cuantitativo en el sitio, los pequeños agricultores vecinos competirían con las multinacionales para poder acceder al recurso hídrico. Si se agrega el mecanismo de comercialización, no solo los consumidores del agua que residen en las cercanías se verían afectados por las prácticas insostenibles, sino también todas las regiones que pertenecen a la vertiente en cuestión y las que se encuentran más alejadas.
Pago por los servicios ecosistémicos y comercialización de la contaminación del agua
¿Qué lugar ocupa la naturaleza en todo esto?
Para tratar aún más los impactos del cambio climático, entre ellos las sequías e inundaciones en Europa, el sector corporativo y los encargados de establecer las políticas al respecto han propuesto soluciones falsas.
A medida que el agua escasea, el enfoque se centra en seguir obteniendo ganancias a partir de la necesidad de agua, en lugar de concentrarse en tratar de cambiar la manera en que usamos, accedemos y administramos las masas de agua.
Se han propuesto dichas soluciones dentro de los círculos de la ONU, y también han sido respaldadas por la UE bajo el lema de la famosa «economía verde». Si bien este término parece no provocar daño alguno, representa la mercantilización y la financiación de la naturaleza, cuando los intereses privados le ponen precio a todos los recursos naturales.
Mediante la financiación, los intereses corporativos esperan usar instrumentos financieros basados en derivados para especular acerca de los recursos compartidos, generar futuros mercados y, con el tiempo, beneficiarse del control de ambos. Entre los ejemplos de esta mercantilización se incluyen los esquemas de tope y trueque, el pago por los servicios ecosistémicos (PES, por sus siglas en inglés), la reducción de emisiones de carbono causadas por la deforestación y la degradación de los bosques (REDD) y la creación de mercados y bancos dedicados al recurso hídrico.
La Comisión propuso implementar mayores pagos por los servicios ecosistémicos para aumentar la eficiencia del agua en Europa, así como el European Innovation Partnership for Water. Si bien aún no queda claro cómo proponen hacerlo, el concepto y la práctica de PES acarrean varios problemas.
Según nos informan, el pago por los servicios ecosistémicos (PES), establece una manera de disminuir la degradación ambiental mediante el pago a aquellos que protegen el medio ambiente con su trabajo. Sin embargo, esta tarea resulta inefectiva, ya que no responde adecuadamente por el ambiente que afirma proteger y porque ignora la complejidad de la naturaleza. Lo que menos hacemos a partir de esta práctica es proteger la naturaleza; en cambio, estamos cada vez más cerca de tratarla como si fuese un artículo comercializable.
Las personas que respaldan los PES afirman que los procesos naturales (como la filtración de aguas subterráneas, la fijación de suelo y carbono de los bosques y la proporción de barreras naturales contra el viento) tienen un valor económico, pero tradicionalmente se han suministrado de manera gratuita. A través de los PES se espera cambiar el nombre de dichos procesos naturales por «servicios ecosistémicos» de manera que los beneficiarios de estos servicios paguen por su valor económico y ayuden a resolver el problema de la «escasez».
De acuerdo con la idea que afirma que no hay forma de usar el agua adecuadamente si no se le pone un precio justo, PES afirma que, ya que no estamos pagando por los procesos naturales, no los valoramos. Es una manera de equiparar aún más el valor con el precio.
Los que respaldan PES afirman que, al ponerle un valor a estos «servicios» y generando un mercado destinado a ellos, podremos finalmente achicar la distancia entre los que disfrutan de la naturaleza y los que la protegen. El error está en pensar que existe dicha distancia, cuando en realidad todos interactuamos con el medio ambiente.
Se supone que el objetivo de acortar esta distancia es brindarle al comprador un servicio de limpieza ambiental. En otras palabras, el que paga lo hace para proteger el medio ambiente. Pero, por lo general, esto no se hace solo para satisfacer las necesidades ecológicas. En cambio, el comprador obtiene créditos para compensar el impacto ambiental en cualquier lugar de la región o del mundo.
Estos créditos no se venden para detener la contaminación real que ocasiona el mundo industrial. Se venden específicamente para permitir a los compradores continuar con la contaminación. PES, en este sentido, está alentado dicha contaminación. Una central energética que compra créditos a través del mercado de PES no reduce los niveles de contaminación que genera. Simplemente, se le permite contaminar más. PES acomoda la ley tradicional ambiental a su manera reemplazando la normativa con la compensación.
Al extender la financiación de la naturaleza se cambia nuestra perspectiva del mundo. Desde este punto de vista, la naturaleza es un capital y un producto al que se le asigna un valor de cambio, y cuyos procesos son simplemente producciones de una economía de mercado. Pero asignarle un valor monetario es un error.
Los canales y las vertientes son recursos comunes; al introducir un mercado de calidad del agua se revierte esa situación. Reemplaza el cumplimiento con la compensación. En lugar de decir que el contamina no tiene el derecho de contaminar nuestros recursos en común, los mercados estarían comercializando este derecho. Se te permite contaminar mientras pagues lo suficiente. Sin embargo, esta medida da lugar a un novedoso negocio difícil de controlar. Una vez que se le pone precio a la naturaleza, todos nuestros recursos en común pueden comprarse, venderse y empaquetarse. Lo que es peor aún, como hemos visto en los últimos cinco años, el mercado puede manipularse, reempaquetarse y revenderse como derivados, bonos y otras medidas comerciales. Sin embargo, los recursos en común no obtienen ventajas de este negocio. Solo lo hacen los comerciantes y los contaminadores. La introducción de mercados no representa la respuesta al desafío de la calidad del agua. En su lugar, precisamos regular a las empresas que vuelcan sustancias contaminantes a nuestros canales. No deberíamos vender el derecho a contaminar, sino reforzar la idea de que nadie tiene el derecho de contaminar las aguas del mundo.
Los esquemas para comercializar el agua, que se basan en los planes administrativos de la cuenca del río o al nivel de los Estados miembros son precursores peligrosos que generan un mercado europeo integral para el recurso hídrico de la manera que los bancarios[2] esperan. La Comisión Europea no debería originar una política productiva para complacer al mercado financiero global, sino establecer una normativa que proteja a nuestros recursos en común y al derecho de acceder al agua y a la sanidad en toda Europa.
[1] Párrafo 2.3: «Régimen de intercambio de derechos de agua y pago por los servicios ecosistémicos», Blueprint [COM(2012) 673 14.11.2012]