Hasta hace poco la UE podía presumir de potencia ambiental. Sin entrar a valorar su comportamiento ambiental como actor en la economía global -lo que bastaría para derrumbar este argumento-, ciertamente de puertas adentro Europa se había dotado de unas normas ambientales bastante avanzadas en algunos campos. Ahí están la red Natura 2000 (la mayor red de espacios protegidos del mundo) o el Reglamento REACH de autorización de sustancias químicas, por poner un par de ejemplos. Sin embargo esta “burbuja ambiental” lleva unos años dejando de serlo y la tendencia se acentuará con la nueva Comisión de Juncker.
La nueva estructura propuesta por el luxemburgués, no parece fruto de la improvisación, sino de un plan para estrangular las políticas ambientales y climáticas. Al fusionar Medio Ambiente y Asuntos Pesqueros y Marítimos y otorgarle la cartera a un Estado tan pequeño como Malta, Juncker hace toda una declaración de intenciones. Y lo mismo ocurre al fusionar Acción Climática con Energía y otorgarle la cartera a un perfil claramente antiambiental como el de Miguel Arias Cañete. En nuestro país ya sabemos lo que pasa cuando se mezclan los temas ambientales con otros departamentos de peso como agricultura o pesca. Los primeros quedan subyugados y pasan a segunda división.